Era la primera vez que le veía por aquí: rubio, creo que polaco y con la piel no lo suficientemente curtida, ni acostumbrada, a las vigilias callejeras (debe de ser un recién llegado, o un nuevo producto de nuestra crisis existencial y económica, no sé...).
Frente a él, las cuatro chavalillas de todos los sábados dispuestas a comenzar su botellón de birritas y vino Don Simón, "pitis" compartidos y charlas hastas las tantas, (que conste que a mí no me molestan, lo mismo algún día me acoplo y todo).
Después de varias horas "la tertulia" terminó.
El calor no salía y el aire no entraba, así que me asomé a la ventana y me fumé un cigarrito para disfrutar del silencio y el contoneo de las ramas.
El calor no salía y el aire no entraba, así que me asomé a la ventana y me fumé un cigarrito para disfrutar del silencio y el contoneo de las ramas.
Un "clinquineo" de botellas me hizo mirar.
Él se había levantado y estaba recogiendo, en bolsas, toda la basura de aquella fiesta ajena. Las echó a la papelera y volvió a tumbarse sobre el banco de madera.
Cerró sus ojos y durmió.
Cerró sus ojos y durmió.
Menuda lección me has dado, amigo!!
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