viernes, 27 de junio de 2008

Las ocho de la tarde...




Las ocho de la tarde, vuelta a casa y un calor de morirse. No he podido más que llenar de agua todos los rincones de mi piel y posar los huesos sobre la ropa de mi cama vacía.
Ahora sé que el día pudo conmigo, me dejó en pelotas y con la duda de saber si se habrá llevado algo más...

Hoy soy sombra informe que no sabe reflejarse en el cristal.

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